Continúan las noticias dentro del ámbito cristiano, esta vez seguimos orando por nuestros hermanos que están siendo perseguidos, y motivamos a los creyentes que tenemos ciertas libertades a aprovecharla al máximo.
En Irán, seguir a Cristo no solo es un acto de fe, sino también de valentía. La iglesia vive en constante tensión, enfrentando una persecución cada vez más sofisticada. Los creyentes no solo oran por protección, sino que diseñan estrategias para mantenerse un paso adelante de los ojos del gobierno.
Tecnología como arma de persecución
Cuando un cristiano es arrestado, no se trata solo de detener a una persona. Las autoridades buscan desmantelar redes enteras. Revisan computadoras, teléfonos y cualquier dispositivo que pueda revelar contactos, conversaciones o reuniones. El objetivo es claro: identificar y desarticular comunidades cristianas completas.
Pero la presión no termina ahí. Durante los interrogatorios, muchos creyentes son amenazados con represalias contra sus familias si no colaboran. Algunos, en medio del temor, terminan revelando nombres de otros cristianos. Es una guerra silenciosa, donde la información se convierte en moneda de supervivencia.
Espías disfrazados de buscadores de fe
El gobierno iraní ha perfeccionado sus métodos. Entrenan agentes para infiltrarse en las iglesias domésticas haciéndose pasar por personas interesadas en el evangelio. Preguntan, escuchan, aparentan curiosidad espiritual… pero su objetivo es identificar quiénes se reúnen y dónde.
Por eso, los líderes cristianos han desarrollado protocolos de seguridad. Los nuevos creyentes no son invitados directamente a las reuniones. Primero se les conoce en lugares públicos, en grupos pequeños, y se evalúa su sinceridad. Un cristiano iraní, explica que se evita involucrar a personas con familia hasta estar seguros de que no hay riesgo. “Protegemos a quienes tienen esposa e hijos. Es una responsabilidad espiritual y humana”, afirma.
Seguridad sin perder el corazón pastoral
¿Cómo recibir a nuevos discípulos sin poner en peligro a la comunidad? La respuesta está en la dependencia total de Dios. Un pastor relata que, en varias ocasiones, el Espíritu Santo les ha dado discernimiento para detectar infiltrados. “Notamos que repetían frases memorizadas, sin profundidad. Dios nos mostró que no eran genuinos”, cuenta.
Cada reunión es una mezcla de adoración y alerta. No hay cantos a todo pulmón ni manos levantadas sin temor. Hay planes de escape, señales silenciosas y corazones preparados para esconder Biblias o huir si el timbre suena inesperadamente.
La comunión como refugio
Y sin embargo, la iglesia sigue viva. Se reúne, ora, comparte la Palabra. Porque en medio del miedo, la comunión se convierte en luz. “Estar con otros cristianos es como sentir el sol en el rostro tras días de oscuridad. Nos recuerda que no estamos solos, que somos parte del cuerpo de Cristo”.
La iglesia iraní nos enseña que la fe no se apaga con la persecución. Al contrario, se afina, se fortalece y se vuelve más dependiente del Espíritu. En cada encuentro secreto, en cada oración silenciosa, hay una llama que ni la vigilancia ni el miedo pueden apagar.
Fuente: https://puertasabiertasal.org/